Texto de Xavier Mas de Xaxás - El fallecimiento de Federico Correa, ocurrido el pasado 19 de octubre en Barcelona, ha tenido un fuerte impacto. No sólo en la arquitectura sino también en la cultura y la sociedad barcelonesa. Pocos arquitectos dejan una muestra tan amplia de su talento en la ciudad.
Federico Correa y Alfonso Milá formaron un tándem puntero en la arquitectura española durante la segunda mitad del siglo XX, como destaca Llàtzer Moix en La Vanguardia. Para Correa, la arquitectura, según recuerda moix, “era un servicio a la sociedad” y “si no lo es, es deleznable”.
Correa y Milá diseñaron el Flash Flash, “su obra más contundente y atrevida”, según opina Juli Capella en El Periódico. Capella repasa buena parte de los edificios que ambos levantaron en Barcelona, como el rascacielos Atalaya (1971), que ya estaba medio hecho cuando el Ayuntamiento los llamó para que salvaran un proyecto muy mediocre y que ellos, según Capella, supieron vestir con la elegancia de la arquitectura italiana de entonces.
El estadio y el anillo olímpico también llevan su firma, y Capella no deja de comentar lo muy mal que le supo a Correa “el petardo” que Calatrava logró colocar en el centro de aquel espacio emblemático.
Anatxu Zabalbeascoa publicó en El País la que fue la última entrevista con Federico Correa. La hizo varias semanas antes de su muerte, pero la publicó el día antes. Es una entrevista que pone más peso en la vida personal de Correa que en su trayectoria profesional. El título es una reflexión de Correa que debe mucho a su amigo el diseñador Miguel Milá: “Cambiar no es necesariamente mejorar”.
Correa consideraba que la innovación estaba sobrevalorada porque, en muchas ocasiones, no conducía a nada mejor. Antoni Ribas, en el diario Ara, destaca cómo se resistía a verse influido por las modas. Y fue gracias a este esfuerzo que muchos de sus proyectos envejecen muy bien porque son intemporales.
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