Leopoldo Pomés

A lo largo de su carrera como fotógrafo y publicista, Leopoldo Pomés siempre tuvo muy claro que si algo no era divertido, mejor no hacerlo. Decía que solo desde la diversión se puede disfrutar y que sin este disfrute es imposible sobreponerse al esfuerzo que provoca el trabajo.

 El Flash Flash, por lo tanto, nunca hubiera existido si no hubiera sido un proyecto divertido. Luego, nunca se habría consolidado sin que esta diversión que sentían los fundadores la sintieran también los clientes.

Leopoldo Pomés recuerda cómo Milá y Correa diseñaron el local, un planteamiento que fue “un cop de puny”, un puñetazo encima de una Barcelona gris y clasicista. Lo importante, recuerda Pomés, “era ir a favor de la gente sin imponerle nada”. Fomentar la libertad y, al mismo tiempo, crear un ambiente en el que todo el mundo se sintiera cómodo y pudiera participar. “Ir al Flash era como formar parte de un club”, dice.