El maître psicólogo
Simeón Soria ha sido el maître del Flash Flash de Barcelona durante 40 años. Maître significa maestro en francés. Maestro de sala. Es un cargo fundamental en cualquier restaurante.
Antes que la comida, su sabor, textura y aroma, es la atmósfera y el diseño del local lo que da la bienvenida al cliente. El servicio suele ser la mitad del éxito de un restaurante. Sin su acierto, las filigranas del chef no sirven de nada. El servicio de sala puede hacer buena una cocina mediocre, del mismo modo que puede arruinar una cocina excelente.
Soria estuvo en esta posición tan delicada durante la época de expansión del Flash. Llegó al restaurante después de haber trabajado en otros de gama alta y no se fue hasta que se jubiló. No le faltaron ofertas. Podría haber ganado más, pero el dinero no lo es todo.
Cuando Soria entraba en el Flash, dejaba atrás muchas preocupaciones. Pasaba el día en un entorno donde muy pocos mandaban más que él. Se sentía importante porque era importante. Llevaba la sala de memoria. No apuntaba. Memorizaba la lista de espera y distribuía a los clientes según unas categorías psicológicas que él había diseñado a partir de la experiencia. Un vistazo le bastaba para clasificar al comensal y decidir dónde estaría mejor sentado. Influía mucho el ánimo de la persona, su carácter y apetitos.
No era fácil fiarse de Soria. Muchos clientes desconfiaban de que no llevara libreta. Temían que no se respetara su turno, que otros más influyentes les pasaran por delante. Pero Soria era inflexible, algo así un como un muro a prueba de todo tipo de inclemencias sociales.
Podríamos decir que Soria tenía la rectitud y la severidad de un sacerdote del franquismo, pero no sería justo. Nadie habló más con los clientes que él, a nadie le confiaron más dudas y secretos. Era una tumba. Sabía escuchar y con esto basaba para calmar la mayoría de ansiedades.
Detrás de su fachada adusta, había una persona muy implicada con las personas a las que servía. Su trabajo era su vida y gracias a su trabajo muchos vivían algo mejor.
Hoy está jubilado. Vive en Esplugues y, como si fuera un tesoro, guarda un álbum con fotos de los clientes de toda la vida. No se lo deja a nadie, pero si lo llamáis estará encantado de ojearlo con vosotros.